Y ella dijo !elévate! Mientras yo no paraba de quejarme enfadado, soberbio... _ tú no me entiendes
!Elévate! Lo dijo con tanto cariño que paré en seco. _ ¿pero cómo, Chede?
Maestra dura y exigente, de esas que te llevan a donde no crees llegar.
Como buena educadora, sabía cuando aflojar.
Se puede dar un beso volao y una "galleta" a la vez... _ en eso era una artista.
Mi voz, un hilo. Desesperación, impotencia, derrota.
_ ¿recuerdas el café bombón de Tomás? Sí. Un sí que se cayó de mi boca sin fuerzas.
Solo estás en la espuma, !EEELÉVAATEEE.
Abrió los brazos en un gesto lento y su cara se volvió paz... lo hacia fácil.
Vió en mis ojos, la creencia del no puedo.
Efra, siéntate, si estás enrocado. Desde ahí no hay nada más que rascar. Para, acéptalo y expándete, sin espectativa, ya ya. _¿y qué?
Tienes miedo, ya vimos como funciona, házlo evidentemente.
Como si fueras el Google earth, sube, suuubeee, SUUUUUBEEEE. !DÉJATE ELEVAR!
Acompañado, me dí a experimentar. No pensé, no cuestioné, no analicé... _ solo sentí.
El entrenamiento se manifestó abriendo, dando sus frutos. Y me ví desde lo alto.
Un Efraín pequeño, limitado, asustado de sus pocos recursos.
Elevado recorrí en silencio, el "café bombón". El aprendizaje tomó sentido.
No había juicio, tan sólo observar, como quien estudia una radiografía. Toda la información estaba ahí.
Sentir cariño, compasión y amor. Comprensión... _ claridad.
Baja y resuelve, sabiendo lo que sabes, habiendo visto lo que viste... _ Y bajé.
El reproche pasó a perdón. La importancia a movimiento.
El miedo a gratitud.
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